El miedo a dormir con la puerta cerrada y la luz apagada
Comenzamos este camino por el misterio, como no podía ser de otra manera, con el relato de uno de nuestros lectores. Nos escribía tras enterarse de que cambiábamos de temática, la cual nos cuenta que para él es de gran interés, ya que por desgracia vivió una historia dramática y que lo marcó, según dice, de por vida.
Nuestro querido amigo ha preferido guardar el anonimato debido a que sabe que, sin duda alguna, podría recibir alguna que otra burla.
Nuestro amigo nos cuenta que en la primavera de 1999, junto a su padre, su madre y sus dos hermanos mayores, se habían mudado desde Madrid a una casa situada en una de las calles de la periferia de la ciudad de Pontevedra, debido a que su padre había sido trasladado a una sucursal de la empresa en la que trabajaba. Por aquel entonces, este chico que nos cuenta la historia tenía la edad de 14 años.
Cuando llegaron a Pontevedra, dispuestos a instalarse en su nueva residencia, nada más llegar a ella, nos cuenta que, en cuanto entró en su nuevo hogar, comenzó a sentir algo extraño. “No me gustaba aquella casa, nada más verla, me recorrió una mala sensación. No hice caso, pensé que solo era que aun no me acostumbraba al cambio de residencia”. Pero poco a poco, su sensación de que algo raro, extraño, misterioso, ocurría en esa casa, sobre todo en la habitación donde el dormía, fue incrementándose. “Por las noches, comenzaba a escuchar ruidos, como si fueran pasos, e incluso, escuchaba como una respiración, que claramente, no era la mía”. El joven nunca tubo el valor de contárselo a su familia e, incluso, llegó a pensar que se estaba volviendo loco.
Cuando ya llevaban sobre dos meses en su nuevo hogar, una noche, mientras el dormía, empezó a sentir una opresión en las piernas, como si alguien se sentase encima de ellas. Al sentirlo se despertó, pensando que alguno de sus hermanos había ido a su habitación. En cuanto abrió los ojos pudo darse cuenta de que allí no había absolutamente nadie, pero la sensación, de que alguien o algo, estaba sentado sobre su piernas, no había remitido. “Llegue a pensar que algo me pasaba en ellas, hasta que ocurrió algo que me marcó, que aún recordarlo, me sigue causando terror”.
De repente, en cuanto iba a llamar por sus padres, asustado por lo que le pasaba en las piernas, y no pensando en que fuese alguna presencia, ni nada por el estilo, notó como le sujetaban de las manos y se las levantaban hasta apoyarlas contra el cabezal de la cama en la cual pasaba sus noches. “Intentaba soltarme, hacía fuerza, pero no era capaz, llegué a pensar que estaba soñando”. En ese momento empezó a gritar llamando a sus padres, los cuales corrieron, junto con sus otros dos hijos, a la habitación del joven. La madre y el padre comenzaron a preguntarle que pasaba, a lo que el joven respondía que algo le estaba haciendo daño, que no le dejaba moverse. “Me acuerdo que uno de mis hermanos me dijo, casi llegando a gritar, <<deja de hacer el idiota>>”. El padre del joven intentó ayudar a su hijo acercándose a la cama pero, así como estaba cerca de el, noto como algo lo echaba hacia atrás impidiéndole socorrer a su hijo, que empapado en sudor estaba intentándose soltar de aquello que lo tenía retenido en su cama. “Mientras me intentaba soltar, recuerdo que sentía contra mi cara la respiración de lo que estaba agarrándome”. Su padre tirado en el suelo, sus hermanos y su madre llorando en el umbral de la puerta, mientras que la madre rezaba en voz baja un padre nuestro, según nos cuenta el joven.
“Fue en ese momento cuando empece a poder soltarme, pero antes de soltarme del todo, yo y mi familia escuchamos, como una voz en el aire que decía: ¡ Marcharos de aquí, esta es mi casa!”. Luego de eso la familia salió a la calle y deambularon por ella alrededor de dos horas, sin mediar palabra entre ellos hasta que, de repente, el padre dijo: “Vamos a casa, hacer las maletas, nos vamos de esa maldita casa”.
Al día siguiente la familia, aún asustada, ya estaba realizando la mudanza hacia un piso en una calle del centro de Pontevedra, intentando dejar atrás lo ocurrido la pasada noche y poder continuar con sus vidas. “Desde que nos mudamos al piso nunca volví a sentir nada. Eso si, aún no soy capaz de dormir con la puerta cerrada y la luz apagada. Me siento raro. Ahora estoy casado, tengo dos hijas preciosas, pero no se ni como explicarles que su padre no es capaz de dormir con la luz apagada”.
¿Que le ocurrió a este joven? ¿Algún sueño que se volvió plenamente real, generado por su mente? ¿Una presencia? No lo sabemos pero, lo que si sabemos, es el terror, la sensación, el recuerdo que, durante años debió sentir este joven madrileño en su cambio de residencia.
Publicado el 24/09/2014 en Archivo, Relatos, Relatos Lectores y etiquetado en Fantasmas, Miedo, Relatos. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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